martes, 20 de diciembre de 2022
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jueves, 1 de diciembre de 2022
PAU DONÉS
«¡Este niño es tonto!». «¡Donés, fuera de clase!». «¿El que más faltas ha hecho en el dictado? Hombre, Donés, ¿tú otra vez?». «Señora, lo mejor que puede hacer es llevar al niño a un colegio de educación especial…».
Y lo peor no fue eso. Lo peor fue cuando Ramón Llorens, mi tutor en octavo de EGB, me entregó las notas de fin de curso y me dijo: «Donés, no sirves para nada. En la vida serás un don nadie».
Bueno… Lo peor, lo peor, tampoco, porque ya hacía años que Donés estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios y burlas y había desarrollado la capacidad de convertir la mofa en reto.
En casa por fin habíamos encontrado ya algo que me interesaba, que era la música, y a medida que iban pasando los años, el mono Donés, el que siempre andaba saltando de pupitre en pupitre, el que se pasaba el día mirando el cielo por la ventana de clase, el que en la libreta de Literatura solo tenía dibujos de monstruos y personajes de cómic, iba encauzando su vida, como cualquier otro niño o adolescente, con bastante normalidad.
Cualesquiera que fueran los síndromes que me afectaban, me dieron la capacidad de sobre-observar los detalles, las cosas en las que los otros niños no se fijaban. Mis taras me dotaron de una sensibilidad extra que en la vida me ha ayudado muchísimo. Veía cosas que los demás no veían, escuchaba cosas que los demás no escuchaban, tenía sensaciones que los demás no sentían, y eso me dio una ventaja enorme a la hora de aprender y disfrutar de la vida. Los libros se me daban mal, pero en cuanto a la inteligencia emocional se refiere, era de los mejores de clase… o del barrio.
Y mira tú por dónde que, gracias a mis defectos, ahora soy músico, que es lo que quise ser desde que nací, y diría que tampoco me ha ido mal. A mis 52 años puedo afirmar que he tenido una vida estupenda, vivida a tope, con gran intensidad, llena de matices, percepciones y emociones que sin el TDHA, THDA, ADTH o como se llam